Más adelante y a raíz de las primeras entradas del blog, despertó la curiosidad de gente que sí quería hablar pero que lo hizo con un miedo terrible de que les pillaran. Es por ello que en el libro no se menciona casi ningún nombre ni los detalles personales que pueden llevar a su reconocimiento. A este comportamiento generalizado se le podría denominar de “paranoia”, pero durante el transcurso de la investigación queda constatado que los riesgos a los que se exponen son muy reales. Solo aparecen los datos de personas que se han alejado públicamente de ese mundo y ya no tienen nada que perder.

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Otro factor que considero importante, no solo en esta obra sino en el mundo económico y en concreto el financiero, es la jerga que usan sus actores. Estoy segura de que el autor, desde su desconocimiento, tuvo que leerse más de un libro de economía y buscar todos aquellos términos y expresiones que usa este colectivo para lograr entenderlos. Mientras leía el libro, yo misma tenía que estar sumamente concentrada y en muchas ocasiones tenía que releer el párrafo para lograr entender que es lo que se estaba diciendo. Siempre he tenido la certeza de que todos esos tecnicismos y palabrería compleja no eran más que una estrategia para hacer inteligible o confusa la verdad, y también un mecanismo para engatusar a sus clientes. Y muchas veces me he preguntado ¿porque si lo que ocurre allí es tan decisivo en las vidas de todos parece que ocurra en otro planeta? Y me surge otra pregunta ¿Por qué nadie se ha preocupado de que la gente entienda que es lo que pasa en el mundo financiero? Digamos que para la segunda pregunta no tengo respuesta pero para la primera sí: la verdad es que el mundo financiero es otro planeta, con otras reglas, otra moral y gente que se ha adaptado a ese mundo.

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Todo el proceso de inmersión en la City que experimenta Luyendijk es gradual. Se va aproximando a esa realidad opaca poco a poco, de entrevista en entrevista, de lo más superficial a lo más profundo de ese mundo impenetrable. A medida que va ampliando sus conocimientos se permite la licencia de elaborar categorías que agrupan a esos actores del mundo financiero. Su convergencia crea el ecosistema que Joris pretende entender, y así intentar explicar por qué ocurrió el desastre financiero de 2008 con la caída de Lehman Brothers y que está pasando ahora. El autor diferencia entre: los amos del universo, los neutrales, los hombres de piedra, los banqueros psicóticos, los banqueros cortos de miras y los rezongones. Cada grupo tiene una visión y un comportamiento concreto entorno a la vida en la City.

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Durante los capítulos finales hay un párrafo que explica a la perfección como pudo suceder la crisis de 2008 (que casi desmonta el panorama económico mundial a modo de apocalipsis aunque poca gente fuera del sector fue consciente de ello) y como es muy probable que si nada cambia (y nada ha cambiado) vuelva a suceder.

 

El texto nos ubica en el vasto archipiélago en que se ha convertido cada megabanco, los cuales tienen más poder que países enteros. En ellos, un genio matemático que piensa como un hombre de piedra elabora un producto financiero supercomplejo e innovador, este es tan elaborado que al regulador le es casi imposible juzgar los riesgos ocultos y sus efectos colaterales. El producto es muy rentable y los amos del universo, los banqueros cortos de miras y los delirantes lo empiezan a colocar donde pueden. Los de la oficina de control y regulación (encargados de que no se vendan productos tóxicos) son intimidados o seducidos para que sean sumisos y los neutrales se mantienen distantes. Es en este escenario en el cual se podría volver a producir una crisis de ese calibre.

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Lo más preocupante que expone el libro es que después de la situación sufrida en el 2008, en la cual muchos de ellos compraron oro o comida para estar cubiertos ante una catástrofe, se esté dando actualmente el mismo tipo de actuación que podría llevar a otra crisis igual o más grave. Que nada haya cambiado. Si la música suena hay que seguir bailando y no parece que nadie de ese mundillo vaya a pararla.

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No sería raro pensar que la solución recae en los gobiernos, pero como muestra Luyendijk el sistema de puertas giratorias funciona muy bien entre la política y las finanzas. Además, los megabancos financian las campañas electorales de algunos países (EEUU, Francia y el Renido Unido). Por otro lado, la realidad es que las enormes instituciones financieras operan globalmente, mientras que la política se organiza de manera nacional. Puede que la globalización sea incompatible con la democracia nacional, y que las instituciones financieras cuyo tamaño y poder sobrepasan el de los gobiernos nacionales sean insostenibles.